Santo Domingo.-En los años 90 Pochy Familia (Alfonso Vásquez Familia) caminaba arropado de una fama que pocos merengueros han alcanzado.
Llenó los lugares más emblemáticos del entretenimiento local, paseando así con gallardía la furia que desbordaba su exitosa Coco Band, la que fundó en el año 1987 y de donde salieron éxitos como “La faldita”, “La flaca”, “Pa los coquitos”, entre otros.
Salía por las calles y era el ídolo, al que todos le pedían una foto o un autógrafo.
Se fue apagando
Pero llegó un momento en que la energía avasalladora de Pochy Familia se fue apagando. Sus canciones fueron mermando, sus lanzamientos ya no eran continuos y las fiestas pasaron a otro plano.
El huracán Coco Band ya no tumbaba cocos y su líder caía en una especie de anonimato que lo alejaba día con día de sus seguidores.
Sus fans fueron notando y aceptando que aquel hombre con un ritmo avasallador se aquietara y se metiera a un exilio voluntario.
Muchos se hicieron mil preguntas sobre el porqué este líder merenguero había perdido su fama y ya no era aquel que podía mover multitudes con el solo toque de un tambor.
¿Será que acumuló fortuna y decidió vivir la vida con el dinero ganad? ¿Se habrá cansado del escenario?, fueron algunas de las preguntas que se hacían. Pero en todos estos años el merenguero jamás contó la historia que lo arrancó de golpe de los escenarios.
Y hoy, casi al cumplir la mitad de un siglo, más maduro, educado, padre, marido y un profesional que acaricia cada palabra para no maltratar a nadie, Pochy, en medio de una comida entre amigo, responde la pregunta que por casi una década no respondió: su caída en el momento de más gloria .
En encierro total
“Pocos saben la historia de mi retiro, de mi encierro y de mi desaparición del ojo público, muchos se preguntan por qué perdí una popularidad cuando estaba en la cima de mi carrera”, dice mientras ordena una bebida refrescante. Atenta a su lado está su esposa Elaine, con quien lleva cinco años de casado y la responsable de la felicidad que lo embarga.
“Mi hermano Evel Augusto era la parte más importante de mí, éramos uña y carne, era mi otro yo, él era todo para mí. Un día de golpe nos enteramos que tenía cáncer de páncreas, fue evastador para mí. Murió a los 21 años y con él se fue mi vida entera”, cuenta.
Relata que su hermano quería vivir y murió en sus brazos, lo que para Pochy fue demasiado y no lo soportó. “No lo manejé de la mejor manera, contrario a mi madre, que sí supo lidiar con esa situación, por eso la admiro aún más”.
El nacimiento de su hijo
“Me encerré en una oscuridad de la que vine a salir hace cuatro años, cuando nació mi hijo más pequeño, un ángel que me devolvió a la vida y llegó para convertirse en mi maestro y enseñarme a vivir lo que jamás había vivido en mi vida”.
Pochy cuenta que cuando su hermano murió, él fue atrapado por una cruel depresión que lo llevó al alcohol. No le importaba nada, subía a la tarima corriendo, bajaba rápidamente y se metió a una vida oscura donde pasó los años más amargos de su vida.
“Desde ese momento que muere mi hermano en mi casa jamás se volvieron abrir las ventanas, ni las puertas, era un encierro total, yo no existía, en medio de todo eso algo bueno pasó, deprimido y todo me refugié en la universidad y empecé a estudiar, hoy soy abogado con muchas maestrías realizadas”, “Mi hijo Evel Alfonso (a quien le gusta la música como a él), y con ese nombre en honor a mi hermano llegó a mi vida para cambiar mi mundo, y convertirme en el ser que soy hoy, la primera persona que abre al levantarse todas las puertas y ventas de la casa y poner todo en su justo lugar.
Estreno como padre
Aunque tengo otros hijos, es este niño el que me ha enseñado a cambiar un pampers, hacer una leche, levantarme por las madrugadas a ver cómo estás, llevarlo a la escuela y vivir todas esas emociones que viven los padres primerizos”, dice un Pochy reluciente.
Hoy, con una carrera sólida de nuevo, Pochy resalta que cuando sube a tarima lo hace de manera responsable, cuida el tiempo, las canciones y piensa en el sacrificio que hace cada persona para llegar a una fiesta suya, por lo que su entrega es total y sin desperdicio.
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