Promover la convivencia pacífica desde el hogar, los centros de estudios, trabajo y sociedad constituye un desafío constante, primero por la tendencia que como nación tenemos de normalizar y en muchos casos hasta justificar las acciones violentas y segundo porque los esfuerzos encaminados desde los diferentes espacios para su prevención resultan insuficientes, ante los múltiples casos que a diario los medios de comunicación nos presentan.