Aunque la mexicana Salma Hayek reconocía hace unos años que no pudo contener las lágrimas cuando tuvo que protagonizar su primer desnudo en la gran pantalla de la mano de Robert Rodriguez en ‘Desperado’ (1995), con el paso de los años parece haber alterado radicalmente su concepción de aquellos primeros tiempos y ahora asegura tajantemente que no siente que la meca del cine le haya explotado por su físico.
“No creo que Hollywood me haya utilizado y convertido en un objeto, al contrario. Como mucho, podría decir que las dos partes nos hemos aprovechado la una de la otra para conseguir nuestros objetivos. Cuando querían utilizarme, les decía: ‘Venga, vale, vamos a hacerlo’. Pero luego les convencía de que podía hacer mucho más delante de las cámaras. Todo es un proceso: ‘Vosotros, directores, me queréis usar para algo concreto, pero yo voy a revertir la situación para que cambiéis vuestra imagen de las mujeres, y ni siquiera os vais a enterar”, confió la intérprete al diario británico Daily Telegraph.
Aunque es consciente de que su atractivo físico jugó un papel significativo a la hora de dar el salto al estrellato internacional, Salma está convencida sin embargo de que su belleza y sensualidad nunca han resultado incompatibles con las causas feministas que ha abanderado especialmente en los últimos años. En su opinión, existe una diferencia abismal entre ser “cosificada” y expresar la sexualidad femenina de forma voluntaria.
“La gente solía cuestionar mi carácter feminista porque mis faldas eran cortas y mis vestidos muy ajustados, decían que yo misma contribuía a la cosificación de la mujer. Y no es verdad, si quiero llevar un escote pronunciado, eso no significa que quiera que los hombres me toquen. Creo que no hay nada ofensivo en celebrar la belleza de la mujer y todo aquello que nos hace especiales. Si ciertos hombres y mujeres se escandalizan por ello, pues es su problema”, aseveró.
Haciendo hincapié en la idea de que el conflicto no reside en la sexualidad, sino el enfoque con el que se aborda este tema, la veterana artista ejemplifica su postura comparando el trato más favorable que, a su juicio, el cine francés otorga a las mujeres y a sus historias.
“En Francia son más abiertos y están más interesados en el universo personal de las mujeres. A diferencia de Estados Unidos, el cine europeo no jubila a sus actrices a los 28 o a los 30 ni les obliga a inyectarse bótox a los 14. En Europa los estereotipos no están tan marcados y el público femenino tiene más fuerza como consumidor”, apuntó.
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