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Vin Diesel, Chanel generan reacción cultural a deshielo

vin diesel
LA HABANA.— “Rápidos y furiosos”. Cruceros estadounidenses. Una celebración privada de Chanel llena de estrellas.

El tsunami capitalista que azotó la Cuba socialista este mes ha generado un intenso debate sobre el lado negativo del acercamiento con Estados Unidos. Artistas, escritores e intelectuales que creen en la apertura de Cuba hacia el mundo están cuestionando el manejo que hace el gobierno de la andanada de cultura popular capitalista.
En una isla que se precia de su igualitarismo, su soberanía y sus logros en las artes, mucha gente está criticando abiertamente acuerdos suscritos con corporaciones multinacionales que quieren un paisaje exótico para escenas de persecuciones de automóviles y desfiles de ropa de verano.
“La esencia del asunto está en que nosotros, que somos un país que tiene una determinada historia, que tiene una determinada cultura, tenemos que estar conscientes de esos valores y tenerlos en cuenta a la hora de negociar”, dijo Graziella Pogolotti, crítica cultural de 84 años que escribió un largo editorial en la prensa oficial en el que pide que Cuba analice más a fondo sus relaciones con el mundo del espectáculo internacional.
Las quejas comenzaron poco después de que se comenzase a filmar en La Habana la octava entrega de la secuela “Rápidos y furiosos”. En las calles y en las casas la gente se preguntó cómo se beneficiarían de una producción que estaba causando tapones de tráfico inacabables, un fenómeno nuevo en una ciudad donde relativamente pocos habaneros tienen autos.
Luego llegó el Adonia, el primer crucero estadounidense que ancla en Cuba en casi 40 años. En todo el mundo los televidentes vieron cómo los estadounidenses con cara de pudientes eran recibidos con bandejas de ron y bailarines ataviados con diminutos trajes de baño con los colores de la bandera cubana. Para muchos cubanos, fue un espectáculo que combinaba los peores estereotipos exóticos del país con una falta de respeto hacia un símbolo de independencia.
Solo 24 horas después, algunos ricos y famosos disfrutaban sentados en bancos de un parque en el majestuoso paseo colonial del Prado mientras delgadas modelos lucían indumentarias de la casa Chanel, que parecían inspiradas en la Cuba prerrevolucionaria.
La audiencia, mayormente extranjera, llegó al lugar en automóviles estadounidenses clásicos contratados especialmente. Los residentes de La Habana tuvieron que observar todo desde la distancia, a una cuadra, detrás de cordones policiales.
Un año y medio después de que Estados Unidos y Cuba anunciaran un deshielo en sus relaciones diplomáticas, y un mes después de que el presidente estadounidense Barack Obama visitase La Habana, pareciera que el mundo internacional del comercio y la industria del espectáculo aterrizaron finalmente en Cuba con toda su fuerza.
Muchos cubanos estaban felices. Ávidos consumidores de la cultura estadounidense a través de programas de televisión y películas pirateados, se sintieron complacidos de poder ver estrellas de cine caminando por las calles de un país que, a menudo, se siente aislado del mundo exterior.
Muchos dijeron que esperaban que los millones de dólares que se invierten en estas producciones mejoren las vidas de quienes todavía no se benefician con el incremento en el turismo que hubo desde que se acordó el acercamiento entre Washington y La Habana.
Pero el malestar de la gente por verse marginados de estos eventos dio paso a un escepticismo sobre hasta qué punto el interés que está generando Cuba va a ayudar a mejorar la vida del cubano del común.
“Me encanta que el mundo nos mire, que el mundo ponga sus ojos en Cuba, pero realmente hasta ahora no veo que esto esté trayendo beneficios reales, concretos”, dijo Alberto O’Reilly, bibliotecario de 22 años a quien la policía le impidió ver el desfile de Chanel desde la esquina donde se había instalado.
A algunos cubanos estos espectáculos ostentosos les recuerda los días de antes de la revolución, en que estadounidenses con dinero veían a Cuba como una especie de burdel tropical, e ignoraban los problemas de la gente que vivía en la isla. Fidel Castro cerró los casinos y los clubes nocturnos más sórdidos cuando llegó al poder.
“Es muy importante que no se produzca el ‘Ugly American’ y que nosotros no demos motivos para que el ‘Ugly American’ venga, ni confirmar sus expectativas. Creo que es algo que las dos partes tenemos que aprender”, manifestó Desiderio Navarro, un respetado crítico y editor. “No estamos en los años 30 o 40 y no debemos repetir errores del pasado”.
Las reacciones negativas empezaron al día siguiente del desfile de Chanel, con un notable blog de Sergio Gómez, editor internacional de Granma, el diario oficial del Partido Comunista.
Gómez, de 28 años, publicó en el portal Medium un punzante comentario en el que exhortó a los líderes cubanos a explicar mejor sus tratos con entidades como Chanel y los estudios cinematográficos Universal.
“La filmación de un blockbuster de Hollywood, con helicóptero incluido, o cerrar el Paseo del Prado para exhibir la colección crucero de la conocida casa francesa, difícilmente logren tumbar una Revolución, mucho menos la cubana”, sostuvo. “Pero la forma en que se interpretan esos acontecimientos, dentro del proceso de cambios que definirá el destino de 11 millones de personas, sí puede trastocar el consenso social que ha sostenido el país por más de medio siglo y que está en franco proceso de renegociación”.
“Había mucha gente en el Prado tratando de ver el desfile”, agregó, “pero había aún más en las tiendas tratando de encontrar productos básicos recién rebajados como pollo y aceite de cocina”.
Luego se hizo oír Pogolotti. En una carta abierta publicada por el periódico estatal Juventud Rebelde, admitió que Cuba necesita “abrir vías al comercio, a la inversión y al turismo para afrontar las dificultades económicas que nos afligen”.
Pero “el mandato de la realidad no puede llevarnos a olvidar que se trata, ante todo, de la lucha secular por la defensa de la nación soberana”, acotó. “Nos ampara el derecho a establecer, en cada caso, las reglas del juego. Es deber de todos exigir el respeto a la dignidad de nuestros ciudadanos”.
Tres días después, Juventud Rebelde publicó una entrevista inusualmente fuerte con Roberto Smith, presidente del instituto cinematográfico del gobierno que lidia con las producciones extranjeras.
La entrevistadora, Onaisys Fonticoba Gener, dijo que se había generado un debate singular sobre “Rápidos y furiosos” y le preguntó Smith cuánto le pagaba NBCUniversal a Cuba por filmar la película y qué se estaba haciendo con el dinero. Smith desistió de responder la primera pregunta y aseguró que el dinero sería usado para apoyar a la industria fílmica cubana.
El sindicato de escritores y artistas de Cuba se quejó asimismo de que la recepción que se dio al crucero ofreció “una visión deplorable a quienes por primera vez visitan Cuba”.
Las autoridades cubanas, mientras tanto, no dejarán pasar oportunidades de corregir lo que no funciona.
El director de la serie de películas “Transformers”, basadas en populares juguetes de robots de la década de 1980, Michael Bay, dijo esta semana en su blog que pronto comenzará la filmación de la quinta entrega.
“Ha sido un proceso sorprendente”, escribió sobre una foto de una imagen de un robot generada por una computadora. “Empieza la producción de ‘Transformers’ esta semana en Cuba”.
(AP)

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