Daca, Bangladés. “No lo aguanto más”. Un bangladesí desesperado ante el sufrimiento de sus hijos, causado por una enfermedad degenerativa, pide que sean sometidos a una eutanasia, un tema tabú en esta sociedad conservadora.
“Llevo años ocupándome de ellos. Los llevé a hospitales de Bangladés y de India, vendí mi comercio para pagar el tratamiento y no me queda un céntimo”, declara Tofazal Hosain, un vendedor de fruta, describiendo su combate contra la distrofia de Duchenne que padecen sus hijos de 24 y 13 años y su nieto de ocho años.
Esta enfermedad genética provoca una degeneración progresiva de los tejidos musculares. Los afectados no suelen vivir más de 30 años.
Hosain escribió a las autoridades de su distrito, en el oeste de este país pobre de mayoría musulmana, pidiendo financiación para los cuidados médicos de sus familiares o “permiso para que la medicina los mate”, cuenta a la AFP.
Sin esperanza de curación
“El gobierno debería decidir lo que quiere hacer con ellos. Sufren y no tienen ninguna esperanza de curación. No aguanto más”.
Bangladés es un país de 150 millones de habitantes, sin un sistema de sanidad gratuito. Decenas de millones de personas viven por debajo del umbral de pobreza, sin medios para pagar la atención médica.
Alrededor de 600.000 bangladesíes padecen enfermedades incurables, pero el país sólo posee un centro de cuidados paliativos y carece de una red de hospicios.
Los hijos de Hosain son conscientes de su estado, cuenta su padre. Se pasan el día en la cama, sin poder moverse. El nieto aún es capaz de ir al baño, pero su estado se deteriora.
“Les dije lo de la carta (…) No me tomaron en serio. Quizá no entiendan la gravedad de la situación”, añade.
“Le digo a papá que no se preocupe tanto”, afirma su hijo mayor, Mohamad Abdus Sabur, que se pasa días enteros mirando la televisión y hablando con su padre.
El padre se niega a que la AFP haga preguntas a sus hijos sobre su petición de eutanasia, porque sufrirían, dice.
Según Mahbubul Alam, médico de cabecera de la familia, sus pacientes sobrellevan un sufrimiento extremo y sin esperanza. “Es un caso humanitario. Todo el mundo debería hacer un gesto”.
Asesinato
Un responsable gubernamental que visitó a la familia tras el envío de la carta lo describe como “el grito de un padre desamparado”.
“Pidió asistencia médica, o permiso para matarlos. Pero ¿quién dará permiso para matar?”, se preguntó, manteniéndose en el anonimato. Añadió que las autoridades buscan una solución para aportar ayuda financiera al verdedor de fruta.
El caso desencadenó un debate sobre la eutanasia en Bangladés, un país donde un intento de suicidio se puede castigar con pena de prisión.
“El asesinato por piedad”, como le llaman, está prohibido tanto por la ley laica como por el código religioso por el que se rige la mayor parte de la población.
“El islam prohíbe completamente la eutanasia. El gobierno tiene la responsabilidad de ocuparse de cada uno de sus ciudadanos”, estima el dignatario religioso y profesor universitario Faridudin Masud.
La inmensa mayoría de los bangladesíes no sólo desaprueba la eutanasia sino que también se opone a cualquier debate sobre el tema, explica Nur Khan Liton, director de la organización local de defensa de los derechos humanos Ain O Salish Kendra. “Lo consideran un asesinato”, dice.
La historia de la familia de Hosain ha provocado reacciones de compasión en las redes sociales, en las que muchos internautas instauron al gobierno a mejorar el sistema de salud nacional.
Para Nezamudin Ahmed, director de la única unidad de cuidados paliativos de la capital, Daca, ha llegado la hora de mantener una conversación franca sobre el tema.
“Creo que (esta historia) lanzará un debate sobre la ayuda a morir”, predice, y pide al gobierno que desarrolle los cuidados paliativos para los enfermos más graves.
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