El reciente descubrimiento de los lujos que tenía el capo mexicano “El Azulito” en prisión confirma las ventajas que los reos “influyentes” mantienen en cárceles mexicanas.
La publicación de una serie de fotografías que muestran los lujos con los que vivía el capo mexicano Juan José Esparragoza Monzón “El Azulito” o “El Negro” en la cárcel de Aguaruto, en Culiacán, Sinaloa (noroeste), pone en evidencia nuevamente al sistema penitenciario, en el que, desde hace años, traficantes de drogas gozan de comodidades de las que carece la mayoría de los reos.
“El Azulito”, hijo de Juan José Esparragoza Moreno “El Azul”, uno de los cofundadores del Cártel de Sinaloa, se fugó la semana pasado de la citada cárcel, de donde no sólo salió por la puerta principal, sino que en la celda, en la que duró menos de dos meses, se daba el lujo de tener recámara, pantallas planas de televisión, internet de banda ancha, un clóset para colgar su ropa, teléfonos celulares (móviles), entre otros.
También recibía mujeres en días que no eran de visita conyugal. Un día antes de su fuga, celebró una fiesta con drogas, alcohol y prostitutas.
Esto en medio de constantes informes por parte de organismos de protección a los derechos humanos que desde hace años alertan sobre sobrepoblación y la corrupción que impera en las cárceles mexicanas.
Un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) reveló que en 73 de 130 prisiones estatales hay reos que gozan de privilegios ante la incapacidad de las autoridades para controlarlos.
Además de los lujos, resalta el informe, los internos con influencias pueden disfrutar de dos celdas mientras 30 personas se hacinan en una sola habilitada para que la ocupen sólo cuatro reos. O que algunos internos tengan celulares, televisiones o armas pese a ser objetos prohibidos.
No podía faltar “El Chapo”
El caso del hijo del “Azul”, quien presuntamente habría escapado para asumir un puesto relevante en la dirección del Cártel de Sinaloa, no es el único. En el pasado, el mismo fundador de la organización, Joaquín “El Chapo” Guzmán, ha sido señalado por gozar de privilegios que hicieron más fácil su reclusión.
En el Centro Federal de Readaptación Social de Puente Grande, Jalisco (occidente), de donde se fugó por primera vez, “El Chapo” organizaba constantemente fiestas a las que acudían empleadas de la cárcel y reclusas. Desde adentro manejaba una nómina sólo de los empleados de la cárcel, según documentó el periodista británico Malcolm Beith, en su libro El último narco.
En su libro señala que, en un festejo navideño, llegó un camión a entregar 500 litros de vino, que sirvieron para amenizar una lujosa fiesta patrocinada por el capo, que incluyó langosta.
Los lujos los compartía también con Héctor “El Güero” Palma, uno de sus socios, que se encontraba en el mismo penal.
Guzmán Salazar se fugó de esta prisión en 2001. En el video previo a su segunda fuga, esta vez del Centro Federal de Readaptación Social de La Palma, en el Estado de México (centro), se observa que antes de esfumarse por un túnel el capo veía en su celda una pantalla.
En 2016, luego de un motín donde perdieron la vida 49 internos, salieron a la luz los lujos con los que vivían reos del cártel de Los Zetas en el Penal de Topo Chico, en Monterrey, Nuevo León (Norte).
Al entrar a la prisión para contener la violencia, las autoridades estatales encontraron celdas con sauna, un bar, aparatos eléctricos, muebles y distintos altares a la Santa Muerte (un culto con el que se identifican quienes se desarrollan en ambientes violentos).
En 2011 en el Centro de Reinserción Social para Adultos en Hermosillo, Sonora (norte), se descubrió una celda de lujo que parecía un apartamento con cocina, muebles de madera, baño y electrodomésticos, refrigerador, DVD y aire acondicionado.
Ese mismo año, pero en un penal de Chihuahua (norte), la prensa local publicó la existencia de una prisión con bar, salón de billar y cancha para jugar tenis.
Fuente Infobae.com
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