La petulante y extravagante proclama de que “ya somos un solo país”, atribuida a los entusiasmados haitianos que celebraban una fiesta en la Plaza España, constituye una ofensa inaceptable a nuestra nación.
De ninguna manera puede aceptarse que esa percepción o convicción sea real ni que tenga asidero jurídico, pues la Constitución dominicana es bastante clara al definir sus límites territoriales y las esencias de su Estado.
Y por ningún lado puede asumirse que por el solo hecho de que se haya producido una especie de absorción de millones de haitianos en situación irregular en nuestro territorio, este sea considerado ya como “un solo país” y no dos, claramente diferenciados por el idioma, por sus raíces culturales y costumbres.
Promover esta idea, aunque sea en el paroxismo de un júbilo festivo, no es más que otro reflejo de las ansias que tiene la comunidad internacional de imponer una fusión forzada de las poblaciones de ambos países, bajo el supuesto de una razón humanitaria.
Esta urdimbre antinacional, ya denunciada vigorosamente en muchos escenarios, ha pasado por varias etapas.
La primera fue la conspiración para sabotear la sentencia del Tribunal Constitucional que fijó los conceptos de la nacionalidad y los requisitos para la migración y la residencia de extranjeros, una sentencia que todavía sigue expuesta al vapuleo de esas presiones e injerencias foráneas.
Luego vino la descarada campaña para denunciar al país como un violador de derechos humanos y un exponente de la discriminación y pidiendo sanciones por haber sido culpable de un “genocidio civil” al fomentar la apatridia de millones de haitianos.
Más adelante, los gobiernos de Haití se hicieron cómplices de una estrategia para desfogar hacia nuestro territorio y hacia otras naciones, violando francamente las leyes migratorias, a miles de sus ciudadanos, a los que no les puede proveer una vida digna.
Encima de crear las condiciones para que la República Dominicana eche a un lado sus mandatos constitucionales y leyes y desdibujando la última frontera que nos quedaba, la jurídica, ahora la urdimbre va dirigida a reconocer de hecho la fusión, encarnada en una ocupación sistemática y pacífica que no ha cesado.
“Todos somos Haití” fue la primera clarinada de la conspiración. Lo de ahora, “Somos un solo país”, es su corolario, el presunto fin de una utopía.
Fuente: ListínDiario.com
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