Katy Perry habló sobre el amor, la fama y su salud mental en una cándida entrevista para la edición de agosto de la revista Vogue Australia.
La cantante confesó que sufre de depresión y que quedó devastada tras el fracaso de su último disco, Witness.
"Tengo episodios de depresión circunstancial y mi corazón estaba roto el año pasado porque sin saberlo le di mucho valor a la reacción del público y el público no reaccionó como yo lo esperaba entonces eso me rompió el corazón", declaró la intérprete en referencia a las críticas negativas que recibió el disco.
A finales del 2017 la cantante participó de un retiro espiritual de crecimiento personal y autoestima ofrecido por el Instituto Hoffman en California. El programa, que dura una semana, ayuda a las personas a identificar sus comportamientos negativos, modos y maneras de pensar que fueron condicionados desde la infancia.
Perry reveló que el haberse sentido rota así también como permitir abrirse a una fuerza mayor le dio un nuevo sostén.
El retiro fue un "reinicio" para la artista quien cree que "esencialmente y metafóricamente, todos somos computadores y a veces adoptamos estos virus por medio de nuestros padres o de la naturaleza que recibimos o no recibimos a medida que vamos creciendo" y añadió que: "Estos comportamientos tóxicos pueden empezar a manifestarse en nuestro comportamiento, en nuestros hábitos de adultos y en nuestras relaciones".
Perry confesó que participó del retiro sabiendo que "estaba preparada para soltar todo lo que me está deteniendo de ser mi mejor ser".
La famosa reconoció que anteriormente buscaba validación en el público, en el uso de sustancias, o retrayéndose del mundo ya que creía en la noción de que del sufrimiento nace la creatividad.
"La mentira más grande que nos han vendido es que como artistas debemos permanecer en el dolor para poder crear", declaró la artista.
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