Cada tres años la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) presenta una comparación en la calidad educativa de sus países miembros, mediante el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA). República Dominicana participó entre 72 postulantes y ocupó el último lugar colectivo en lectoescritura, matemáticas y ciencias con estudiantes de 15 años en las escuelas, colegios y politécnicos.
Desde 2013 los dominicanos firmaron un “Pacto por la Educación” que llevó la inversión del 4 % del Producto Interno Bruto a ese sector, sobre todo porque la Ley 66-97 así lo establece. Con la cantidad de recursos disponibles ya se han construido más de 10,000 aulas nuevas. Se inició con la modalidad en tanda extendida y los favorecidos rondan el millón.
Todos esos estudiantes ahora se pasan 40 horas a la semana en las escuelas, tiempo suficiente para recibir una formación integral, dinámica y funcional acorde con las exigencias de hoy. Desde 2012 hasta la fecha los maestros han recibido un aumento salarial que ronda el 60 %, promediando RD$43,533 los de primaria y RD$51,056 los de secundaria.
Sin embargo, los resultados de las pruebas PISA 2015 confirman que para mejorar la educación se requieren medidas cuya integración involucre al estudiante dentro y fuera del aula, lo que implica un compromiso de la sociedad y sus integrantes; desde el docente hasta la familia, desde el vecino hasta el funcionario, desde el alumno hasta el Presidente. Él, aquella, todos.
¿Por qué los estudiantes dominicanos tienen bajo rendimiento escolar si desde hace tres años se destina el 4 % del PIB para una educación de calidad? Para el educador Andrés L. Mateo el problema radica en que se ha hecho una selección inadecuada de prioridades al enfocar la cantidad de aulas por encima de la calidad curricular. Incluso plantea que si esos recursos se hubiesen destinado a la cobertura en la primera infancia los resultados de PISA serían distintos.
Pero la hipótesis de Mateo pierde sustento cuando se precisa que la muestra de estudiantes asumida por la OCDE es de 15 años, lo que implica que para 2013 tuvieron entre 12 y 13. Si se hubiese hecho como establece Andrés, la atención a la primera infancia reflejaría resultados en una década, mientras que las pruebas PISA se aplican cada tres años.
Otro de los argumentos del educador es que los infantes dominicanos no reciben estimulación temprana y cuando ingresan a la educación inicial, llegan con carencias irremediables. Hasta la fecha hay 64,726 niños y niñas en 222 centros de servicios (estancias infantiles) que impactan directamente a 50,011 familias vulnerables, pero la oferta no cubre la demanda.
Acción Empresarial por la Educación entiende que los resultados de PISA 2015 no le sorprenden porque los estudiantes evaluados entraron al sistema educativo en 2005, lo que implica que no son resultados del 4 % que solo tiene tres años. “Las pruebas regionales de la UNESCO en 2008 y 2013 ubicaban al país en el menor desempeño de la región”, apunta.
El coordinador de las pruebas PISA, Andreas Schleicher, precisa que los educandos con más necesidades económicas presentaron tres veces más probabilidades de no alcanzar la excelencia que sus pares con poder adquisitivo. Conscientes de eso, el gobierno dominicano también dispuso alimentación para los alumnos de jornada completa y un bono a las familias que manden a sus hijos a clases; pero eso tampoco ha reflejado mejoras cognitivas.
El Ministerio de Educación adelantó que la visión para este cuatrienio es mejorar la calidad docente, ya que las variables indican que esa es la mayor debilidad.
Según la encuesta EnHogar 2015 de la Oficina Nacional de Estadísticas, el 8.4 % de la matrícula universitaria estudió o estudia pedagogía; hace cuatro años ese nicho no alcanzaba ni el 5 %. Las mejoras en los salarios, los planteles y las capacitaciones continuas han motivado la inclinación por el magisterio, aunque no necesariamente entran los mejores.
En 2015 unos 36,884 pedagogos se postularon como aspirantes a maestros públicos en los concursos de oposición que organiza el MINERD y 25,405 reprobaron; el 69 % de los aspirantes a educar demostraron no tener las competencias para hacerlo. Educación adelantó que establecerá un sistema riguroso de incentivos por desempeño docente y otorgará becas para que los jóvenes más sobresalientes sean los protagonistas de la enseñanza.
En favor de los docentes se considera que en las aulas hay un aproximado de 30 estudiantes, lo que limita el aprendizaje por competencias. También exigen más tiempo para planificar las clases y hacer grupos pedagógicos, incluso resaltan que algunos técnicos no tienen las aptitudes para supervisar al personal pedagógico. Requieren que en las tandas extendidas involucren más talleristas para las clases especiales y, sobre todo, una mejor calidad de vida.
¿La culpa la tienen los maestros?
En 1999 el científico Sugata Mitra demostró que no. Inició un experimento en India llamado “Hole in the Wall” (Hoyo en la Pared) en el que puso una computadora a disposición de niños que nunca la habían visto y en ocho horas se enseñaban entre sí a navegar en la web; meses después ya hablaban inglés correctamente y analizaban biotecnología genética, neurociencia e informática avanzada. Lo único que se necesitaba era motivarlos y dejarlos experimentar.
Sorprendido por la capacidad autodidacta de los niños, convocó a varias señoras jubiladas de Inglaterra para que fueran ciberabuelas cuyo trabajo sería, única y exclusivamente, motivar a los estudiantes mientras absorbían nuevos conocimientos. La red se llama “Nube de abuelas” y junto al “Hoyo en la pared” comprenden lo que Mitra llama “Escuela en la Nube”.
El planteamiento de Sugata no descarta a los maestros en el proceso de aprendizaje; de hecho les da más presencia que nunca. En el enfoque cualitativo el docente pasa a ser un facilitador, el guía que organizará a los participantes y sembrará la semilla de la curiosidad para que ellos descubran el conocimiento; también orientará sobre el camino más idóneo para llegar al saber.
Se llaman “Self Organized Learning Environment (SOLE)”, espacios donde los estudiantes organizan el proceso de aprendizaje mediante la estimulación del facilitador. En esencia, son los pequeños quienes eligen la forma en que se van a estructurar por sus actitudes y aptitudes. “No se trata de hacer que el aprendizaje ocurra. Se trata de dejar que suceda.”, apuntó.
Los conceptos que plantea Mitra no son nuevos. El educador británico Ken Robinson los analiza desde hace décadas y en 2011 se atrevió a sentenciar: “El sistema educativo de hoy es anacrónico”. Analiza el modelo actual y considera que es lo más parecido a una fábrica, cuando debería ser un laboratorio creativo. “Muchas de nuestras ideas han sido formadas, no para enfrentar los retos de este siglo, sino las circunstancias de siglos pasados”.
Robinson resalta la creatividad como el eje que debe impulsar el conocimiento, sobre todo porque el proceso creativo despierta mayor número de neuronas que cualquier otra actividad dentro del aula. La neurociencia confirma que la parte reptil del cerebro, cuando se siente amenazada, suprime la corteza prefrontal y limita el aprendizaje. Tanto Ken como Sugata entienden que los exámenes tradicionales aterran a los estudiantes y los resume a un número.
“Nuestros hijos vuelven a la casa tras la escuela cada día y aprenden más por sí mismos, con sus amigos y en las redes sociales que en aula, ¿o no?”, se preguntó el investigador y asesor mundial Richard Gerver, para luego sentenciar: “El problema es que seguimos apilando cosas encima de la educación para hacerla mejor, en vez de transformarla desde la base”.
El experto en educomunicación Mark Prensky también cree que el sistema educativo ya no responde a las exigencias del nuevo siglo. En agosto pasado dictó una conferencia en República Dominicana donde enfatizó que los “nativos digitales” necesitan facilitadores para aprender, no maestros que se crean superiores y les maten la creatividad con contenidos enlatados.
Carlos Calvo Muñoz, educador e investigador chileno, plantea que un estudiante se pasa 12 años en la escuela y no aprende a leer comprensivamente, no comprende las matemáticas ni casi nada “porque el sistema está mal planteado. No es el alumno el que fracasa, es el modelo. Las reformas actuales son arreglos cosméticos de lo que pensamos debemos mejorar”.
Todos los especialistas citados coinciden en que el sistema educativo todavía imperante en las sociedades intenta preparar estudiantes para un futuro incierto, y más que eso, los “educan” para que sean capaces de conseguir un empleo de carbón en una sociedad binaria. El enfoque, según ellos, no debe ser preparar obreros del cambio, sino que lo dominen y conquisten.
Los que se han atrevido…
Hace dos años, los colegios jesuitas de Cataluña iniciaron un programa denominado “Horizonte 2020” en el que asumieron los trabajos por proyecto en vez de tareas y exámenes, flexibilidad de horarios en vez de timbres y el aprendizaje autónomo en vez de contenido enlatado. Los estudiantes no reciben clases pasivas, van a experimentar con el conocimiento mediante proyectos grupales y el uso de tecnología. Esperan alcanzar 13,000 alumnos en cinco años.
Finlandia, referente educativo mundial, está adoptando este modelo de proyectos y va eliminando las exigencias cuantitativas del siglo pasado. Los docentes que se han subido al tren de la nueva pedagogía no dictan clases. En estas escuelas los maestros trabajan en equipo, asisten a sus alumnos, los acompañan en el proceso de experimentación y los motivan.
De acuerdo con Xavier Aragay, director de la red de colegios jesuitas en Cataluña, los niños ahora están motivados, trabajan a toda hora y lugar porque se divierten, llegan a su casa a investigar sin la obligación de hacerlo. “Están empoderados, se sienten protagonistas, aprenden haciendo y criticando”. Los colegios no han gastado un peso de más, solo lo han enfocado en otro ángulo.
Las evaluaciones se hacen por proyectos y objetivos alcanzados. Los estudiantes opinan sobre sus calificaciones, las de sus compañeros y las que consideran los facilitadores. Utilizan una plantilla donde se colocan íconos de acuerdo a los logros individuales y colectivos. Un guía trabaja con un mismo grupo todo el año y eso genera confianza entre todos.
La eficacia del nuevo modelo educativo ha sido tanta que la ONU pidió eliminar las tareas escolares para estudiantes de inicial y básica, medida que ha sido aplaudida por la comunidad educativa revolucionaria. El profesor Harris Cooper, de la Universidad Duke, confesó: “No hemos encontrado evidencias de que las tareas ayuden a los niños a ser mejores estudiantes”.
En agosto de 2016 la UNESCO publicó un informe denominado “Diles qué quieres aprender” donde le preguntaron a miles de jóvenes latinos entre 15 y 25 años sobre lo que desean aprender en las escuelas y universidades. Las respuestas confirman que ellos comprenden la importancia de que se enseñen matemáticas y lectoescritura, pero destacan con igual preponderancia los idiomas, la tecnología, la cívica, ecología, las artes y la inteligencia emocional.
Los participantes dijeron que desean aprender de otra manera, no con la tradicional. “Existe una necesidad de pensar la educación también fuera de la sala de clases, en los espacios públicos y recreativos de la comunidad, lo que no quita que el rol vital sea el del maestro.
Se desea aprender de manera colaborativa, de forma práctica, haciendo uso de recursos virtuales, a través de charlas, talleres, cursos, destacando el juego y el descubrimiento”.
¿Por dónde anda el país?
Lo primero que el Gobierno dominicano implementó en la “Revolución Educativa” fue la creación de las aulas suficientes para que los 2.8 millones de estudiantes tengan el espacio de aprendizaje. En una segunda etapa se propone mejorar la calidad del personal docente y la implementación de las TIC mediante la “República Digital”. Comenzarán con un millón de computadoras en la nube, sobre todo porque la matrícula completa es nativa digital.
Pensar que solo con internet, comida y pupitre mejorará la calidad educativa es una falacia. La doctora en educomunicación Helen Hasbún aclara que debe ser un programa interdisciplinario y trasnmedia que involucre una forma distinta de concebir el aprendizaje, en razón de que si se mantiene el mismo modelo educativo solo se cambiará de recipiente, no de sustancia.
Para la experta en planificación docente, Anny Martínez, la estrategia debe involucrar de lleno a la familia porque, a su juicio, es el núcleo social donde el estudiante recibe los primeros conocimientos, los valores, la identidad. También señala la falta de competencias de quienes están llamados a organizar la oferta curricular porque entiende hay mucha improvisación.
Los críticos dicen que el problema es docente, los docentes señalan a las familias, las familias a los estudiantes, los estudiantes la metodología, la metodología al método, el método al sistema, el sistema se refugia en el gobierno y éste actúa dependiendo sus intereses. En los últimos 20 años se han presentado más de cinco programas educativos y ninguno ha sido exitoso.
Dentro de los cambios que se han implementado está la eliminación de las Pruebas Nacionales en octavo grado, la promoción obligatoria hasta sexto curso, dividir el ciclo completo en dos módulos de seis grados cada uno y la secundaria se asume por modalidades donde se profundiza las artes, la ciencia o la tecnología. La intención es buena, pero el proceso de enseñanza es el mismo en casi todos los planteles y eso desmotiva a los educandos.
La meta ahora es sacar mejores notas en los exámenes y quizás por ahí empieza el problema. Hoy no hay un modelo de éxito que haya alcanzado logros mediante el enfoque cuantitativo; todos se centran en que el educando sea competente a través del descubrimiento, la gamificación y la integración. ¿Qué quieren los estudiantes? Por ahí debe iniciar cualquier mejora educativa.
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