Curitiba, Brasil. Tres años atrás, el fiscal brasileño Deltan Dallagnol rechazó un caso “con potencial” porque tenía planeado un viaje a Indonesia que ya había pagado.
Lo convencieron diciéndole que un equipo de procuradores se ocuparía del expediente hasta su regreso. Con 33 años, acababa de terminar sus estudios en Harvard y decidió asumir de ese modo la investigación que eclosionaría en el mayor escándalo de corrupción de la historia del país.
Dallagnol, hoy con 37 años, es un surfista aficionado con una fuerte impronta religiosa. En Twitter, se presenta como “Seguidor de Jesús. Marido y padre apasionado. Fiscal de la República por vocación”.
Lidera la llamada “Força Tarefa”, un grupo de fiscales que logró resultados inéditos en desentrañar los canales oscuros que financian la política y que solo desde la estatal Petrobras movieron más de 2.000 millones de dólares.
“Lava Jato avanzó por dos razones: un nuevo modelo de investigación [con colaboraciones de criminales a cambio de reducción de sus condenas] y una serie de factores aleatorios fortuitos. Sin eso, es probable que este caso no existiese”, dijo en una entrevista con la AFP en su despacho de Curitiba (sur) el jueves por la tarde.
El delator accidental
“¿Pregunta por la suerte? Podría hablar durante 20 minutos sobre eso”, afirma sonriendo, mientras relata el episodio que llevó a la detención casual de Paulo Roberto Costa, exdirector de Abastecimiento de Petrobras y primer “delator premiado”.
Costa no era buscado por las autoridades, contrariamente a Alberto Youssef, un operador del mercado negro de cambio.
La policía tropezó con un email que mostraba que Youssef le había entregado un auto a Costa a cambio de nada y fue hasta las oficinas del exejecutivo a indagar ese inesperado vínculo. Como el local estaba cerrado, los agentes fueron a buscar unas llaves y, contrariando el procedimiento reglamentario, dejaron el lugar sin vigilancia.
Cuando regresaron, el portero les soltó al pasar que había visto “movimientos extraños”. En las cámaras de seguridad, vieron a un agitado grupo de personas -familiares de Costa- que subían y bajaban incesantemente por el ascensor llevando documentos, papeles y valores.
“Eso puso a Costa en el centro de la investigación. Y él fue la punta del ovillo que reveló el esquema de Petrobras, el gran esquema de desvío de recursos públicos”, señala. “Fue algo absolutamente fuera de nuestro control”.
Cuestión de jueces
Otro golpe de suerte, según Dallagnol, fue la designación de los jueces. Todos los sorteados para el caso en las cuatro instancias “son firmes”, sostiene.
En su visión, si hubieran tocado magistrados con una visión “hipergarantista” del derecho, contraria a las detenciones preventivas, el caso habría naufragado.
El más visible de ellos es el juez de primera instancia Sergio Moro, que para muchos brasileños encarna la lucha contra la corrupción sistémica de la política.
Pero tanto Moro como Dallagnol son cuestionados precisamente por el recurso, abusivo según sus críticos, a las prisiones preventivas o por inducir a los detenidos a firmar acuerdos de colaboración.
Una estrategia que aparentemente dio resultados. La delación premiada de 77 exejecutivos de la constructora Odebrecht, en fase de convalidación, debería “duplicar” el número de investigados, dijo el fiscal.
“Estamos investigando millares de delitos multimillonarios practicados por centenas de personas”, adelantó. Hasta ahora, hay 259 denunciados y más de cien políticos y empresarios condenados a duras penas de cárcel.
La cuestión de los jueces se halla de nuevo en primer plano tras la muerte, en una avioneta que se estrelló en el mar, de Teori Zavaski, que llevaba las investigaciones en el Supremo Tribunal Federal (STF) y estaba a cargo de las convalidaciones de las delaciones premiadas.
“El juez de ‘Lava Jato’ puede determinar los rumbos de toda la operación. Su mentalidad, su forma de pensar, su visión del mundo y del derecho pueden determinar el éxito o el naufragio de la operación. Especialmente, el juez que sea el relator del caso en el STF”, advierte Dallagnol.
‘No es una cruzada moral’
“‘Lava Jato’ no es una cruzada moral”, se defiende el fiscal, cuando le preguntan sobre la posible influencia de su fe bautista en su trabajo.
“En Brasil existe una regla de impunidad. Un estudio mostró que el porcentaje de corruptos condenados es de 3%. ‘Lava Jato’ aparece como una isla de justicia y esperanza en un mar de impunidad”, subraya.
Afecto a las grandes metáforas para enfatizar sus denuncias, Dallagnol prefiere la moderación a la hora de medir el impacto que tendrá la causa sobre la institucionalidad y la política del gigante sudamericano.
“Algunos tienden a pensar que habrá un antes y un después de ‘Lava Jato’. Las causas criminales no cambian a un país. Son capaces de condenar a algunas personas, recuperar el dinero desviado, pero si no se cambian las estructuras que llevan a la corrupción, todo seguirá igual”, advierte.
Comentarios
Publicar un comentario