El "Gorilla Glass" es un desarrollo que data de la década del sesenta, pero que recién con el nacimiento del smartphone original logró tener éxito comercial
A todos nos ha pasado al menos una vez en la vida. Mientras nos encontrábamos haciendo alarde de lo que se conoce como "multitasking" o el manejo en simultáneo de una variedad de tareas, nuestro teléfono inteligente cayó al piso. El acto que siempre parece suceder en cámara lenta y que representa una eterna agonía hasta que logramos chequear que más allá de un daño superficial a la carcaza – en el mejor de los escenarios – nada le ha sucedido a la vital pantalla táctil, se repite probablemente más seguido de lo que deseamos durante nuestra rutina.
El hecho de poder tener un aparato en nuestras manos prácticamente gran parte del tiempo que pasamos despiertos, sin temor a que una de sus caras compuestas enteramente por vidrio se quiebre ante el menor golpe o caída parecería ser hoy un derecho casi adquirido de nuestra generación, pero el camino que tuvo que ser recorrido para que esto suceda ha sido mucho más largo y trabajoso de lo que muchos podrían suponer.
Todo se remonta a los inicios de la década del cincuenta, cuando un químico de nombre Don Stookey comenzó a experimentar con un vidrio fotosensible en el laboratorio de la sede central en Nueva York de la – para ese entonces – incipiente firma Corning. Al colocar una muestra de silicato de silicio en una horno a una temperatura de 600 grados centígrados, el científico no se dio cuenta que una falla en el regulador hizo que la temperatura subiese hasta los 900 grados.
Al darse cuenta, abrió inmediatamente el horno a la espera de que el silicato y el equipo usado se encontraran completamente arruinados. Para su sorpresa, vio como el silicato en cuestión se había transformado en lo que parecía ser un plato blanco. Al intentar sacarlo del horno, se le resbaló la pinza con lo que lo sostenía y este cayó al piso. Increíblemente no se partió, sino que rebotó y preservó su integridad.
Como muchas de las grandes invenciones que tuvieron lugar a lo largo de la historia, el cristal sintético cerámico había nacido por obra y gracia de un sencillo accidente. Corning lo llamó "Pyroceram" e inmediatamente comenzaron a comercializarlo como una opción liviana, más fuerte que el vidrio tradicional.
Al igual que muchos otros avances las primeras aplicaciones se dieron en el ámbito militar, siendo parte de lo que se conoce como los "conos de nariz" de misiles norteamericanos. Luego comenzó a ganar presencia en los hogares, gracias al auge de la vajilla resistente a los hornos de microondas.
Con el éxito comercial llegaría un nuevo desafío para Stookey y el resto del equipo de Corning. Desarrollar un vidrio transparente que sea igual de resistente que el material opaco que se estaba vendiendo como pan caliente. Para 1960, lo que denominaron internamente "Proyecto Músculo" comenzaba a tomar forma como un cristal que combinaba el templado con la superposición de varias capas de distintos tipos de materiales.
Los investigadores descubrieron que al agregar óxido de aluminio a la composición del vidrio antes de sumergirlo en un baño caliente en sal de potasio, el resultado final mostraba destacadas propiedades en lo que hacía a resistencia y durabilidad. El nuevo vidrio transparente fue bautizado "Chemcor" y presumía ser 15 veces más resistente que el material de tipo tradicional.
A pesar de lo prometedor del desarrollo, su fabricante luchó por encontrar aplicaciones en el mundo real para un vidrio tan duro, a pesar de haber pensado más de setenta opciones diferentes desde su departamento de mercadeo. Los fabricantes de automóviles de la época tuvieron que descartarlo dado que las pruebas hechas con maniquíes de pruebas de choque mostraban que ningún cráneo podría sobrevivir un impacto contra el parabrisas irrompible.
Para principios de la década del setenta y luego de haber invertido 42 millones de dólares en su desarrollo, Corning decidió dar por muerto el proyecto dada la tibia recepción del mercado. Pero todo cambiaría cuando en 2006 el iPhone de primera generación comenzaba a tomar forma y los ingenieros a cargo del mismo luchaban por encontrar un material lo suficientemente resistente para el display touch del dispositivo que revolucionaría al mundo entero.
Según consigna Brian Merchant en su libro "El Único Dispositivo", que explora la concepción del smartphone original, en un principio el iPhone iba a tener un display de Plexiglás tal como sucedía con su antecesor el iPod. Pero a último momento el equipo liderado por el visionario Steve Jobs decidió que el teléfono debía tener una pantalla de cristal. Sólo que no existía ningún vidrio lo suficientemente resistente para soportar una anticipable caída de un metro de altura, o el simple roce de las llaves en el bolsillo del usuario.
Los intentos de crear un vidrio propio no llevaron a nada y los que se encontraban ya desarrollados no pasaron las exigentes pruebas de resistencia. Paralelamente y gracias al auge de los teléfonos celulares Nokia y Motorola, Corning identificó un potencial nicho de mercado para su difunto Chemcor. Pero debían darle un nuevo nombre al desarrollo, uno que demostrara fortaleza y resistencia. Lo llamaron "Gorilla Glass", haciendo alusión al poder del rey de los simios.
Una vez que los ejecutivos de Apple se enteraron de su existencia, hicieron que Jobs visitara en persona la fábrica de Corning para comprobar lo revolucionario del concepto. Horas luego del primer contacto, Jobs realizó una orden por todo el "vidrio gorila" que su inventor pudiese fabricar.
Años más tarde, el desarrollo que nació en la década del sesenta encontró nueva vida más de cuarenta años después, y comenzó a cubrir no sólo el display de los iPhone sino de prácticamente todo teléfono inteligente de alta gama disponible a la venta en el mundo, convertido ya en su quinta generación en uno de los materiales más importantes de la industria de tecnología de consumo.
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