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La leyenda de los reyes magos

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El agua es para ustedes y la yerbita para los camellitos- declaró Jacinto como un diplomático latinoamericano ante el Fondo Monetario Internacional.

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Leo Beato
Fui sacerdote de la Iglesia Católica. Ahora soy sacerdote de la Iglesia Luterana. Autor de la columna “Ecos del Potomac” desde Washington, D.C. por mas de tres décadas. Tambien de su otra columna “Desde las entrañas del Sol”. Es escritor, terapeuta y analista de problemas sociales.
-¡Santos reyes benditos, ayúdennos con estos muchachitos!- Así imploraba Carmela Puig todos los días de la semana a las nueve y media de la mañana.
Carmela Puig sabía muy bien que eso de los reyes magos era un mito, que ellos no eran ni magos ni reyes (a lo más eran astrólogos sirios). ¡Pobre Siria, hoy  día tan vapuleada por los que quieren controlar al mundo!
Carmela Puig sabía también que esa leyenda se había convertido en una tradición muy importante para nuestros pueblos de Hispano-américa, sobre todo para nuestros niños. Hoy en día los Reyes Magos son los santos patrones de Puerto Rico, la “isla del desencanto”.
-Yo quiero que Melchor bring me  un pony” – decía Jacinto en perfecto Spanglish.
-Y yo que Gaspar me traiga una bicicletica”-  coreaba José Luís, el más chiquito, mientras metía un montoncito de yerba y un pocillo de agua fresca debajo de la cama.
-Reyecitos, no sean este año tan malitos”- imploraban los dos diablitos mientras incluían una esquelita junto a la yerba seca para que los reyes se acordaran de ellos.
-Yo good boy siendo todo el year- escribía Jacinto.
-Y yo the same- balbuceaba el hermanito, que era el vivo retrato de Danielito el Travieso, pelirrojo, pecosito y revejío.
-¿Cómo enseñar vamos a estos diablitos que la vida no siendo lo que ellos pensar siempre?- indagó el marido de Carmela Puig, Caralampio Quezada Balmaceda de Los Santos, rascándose la testa como un escarabajo tuerto.
Jacinto era un optimista empedernido para quien todo parecía color de rosa. José Luis, sin embargo, era un sinverguencita crónico. Siempre estaba lloriqueando porque, según él, la vida era una gran injusticia. Se venía al mundo a pagar las verdes y las maduras. Palo si boga y palo si no boga, ese era su lema. ¡Ni que hubiera nacido en Santo Domingo de Guzmán!
-El agua es para ustedes y la yerbita para los camellitos- declaró Jacinto como un diplomático latinoamericano ante el Fondo Monetario Internacional.
-Eso sí- añadió José Luis- no me vayan a fallar… ¿eh? Si lo hacen, no ponerles yerbita más never. En su lugar encontrarán botellita de romo lava-gallo barato que les quemará el galillo y pondrá turulatos a esos camellitos del carajo-. Ahí siempre le salía el diablito al muchacho.
-La vida es el producto de lo que pensamos- filosofaba en voz alta Caralampio Quezada Balmaceda de todos Los santos habidos y por haber.
-Yes, you are right, my dear”- ripostaba Carmela Puig en puro inglés, neither too little nor too much” (ni muy mucho ni muy poco). Traducía ella misma la frase para que la escuchara todo el vecindario, pues ambos habían crecido en Queens y su segundo idioma había sido el inglés macarrónico de Corona,la segunda “Sabana iglesia”, más grande que la Sabana Iglesia original, cerca de Santiago de los treinta caballeros… ¡y cuidao!
-What is your point, my dear? – Indagó Carmela Puig inquisitiva.
-My point is that these kids are both loquitos (mi punto es que estos muchachitos están turulatos)-  respondió su marido machacando la lengua de Shakespeare, pues lo de ellos se había convertido en un desafío lingüístico, como sucede con muchas parejas hispanas que se sienten a menos cuando parlan en pañol. Habían dejado de ser “dominicanos ausentes” para convertirse en dos perfectos Dominican-yorks.
-Yo nací en Puejto Jico…pero me crié en Nueva Yol, como Leonel Fernández Reyna.
Lo dijo tragándose la “r”, como si hubiera nacido en Toulouse, al sur de París, y se excusara de haber nacido en Borinquen. Hay “peros” que muerden como perros gueveros, pues ocultan un mundo de complejos culturales e idiomáticos.
-¡Eureka! Ya saber cómo curar vamos a estos dos diablitos- suspiró Caralampio Quezada Balmaceda de los Santos,  dos días antes de que pasaran los reyes magos por su casa.
-Yes, my darling… ¿cómo tu solution siendo?- inquirió solícita su consorte desde la galería, para que la escuchara todo el vecindario y vieran que hablaban el inglés macarrónico de Manhattan. Esta es una constante entre los hispanos criados en Nueba Yol, el creerse que el spanglish suena más caché  que el pañol. Sino preguntémoselo a un newyorkrican criado lejos de la Isla del desencanto.
-Speaking ingli understanding má mejol- sugirió Caralampio Quezada Balmaceda de Los Santos.
-Al que espera una bici le compraremos una Schwyn de cinco cambios y al que quiere un pony dejarle hemos  dos bolones de caballo debajo de la bed… ¿right, mi amol?
-Right, my darling!- peroró Carmela Puig, convencida de que su husband no podía “mistequiarse jamás.
-I hope my kids will not get hurt” (espero que mis retoños no se vayan a sentir heridos) imploró la políglota como si estuviera en el subway entre Astoria y Borojol.
Y así fue cómo el 6 de enero por la mañanita, la casa de Caralampio Quezada Balmaceda de todos los santos amaneció oliendo a grajo de camello trasnochao.
Hoy en día son muy pocos los niños que saben quiénes son los reyes magos y, como en el caso de los políticos, nadie en su sano juicio cree en ellos ni por encanto.
-¿Qué te trajeron los reyes?- indagaron los políglotas espantados al observar que José Luís bajaba las escaleras taciturno y lloriqueando como un huevo huero sanchocao.
-Yo querer queriendo una bicicletica transportation y lo que me dejaron eso degraciao fue una bicicletota más grande que’l carajo. Si me monto terminaré descalabrándome como un coco seco.
-¡Esos reyecitos del carajo… ya verán! ¡Me las van a pagar todas juntas next year!.
En eso se escuchó un ruido de truenos por las escaleras-prim-pram-pracatám….
-Jacinto, for the love of God! (¡Jacinto…por el amor de Dios!) ¿A qué deberse tanto nois?
-¿Qué te dejaron los tres kings?
-Bueno-trinó el carajito desde el cuarto escalón- yo les pedí un pony y lo que me trajeron fueron dos tremendos mojones pero, Juzgando por el tamaño,… ¡qué caballote!”
-¡My God, how happy toy!- entonó  el muchacho como un presbítero en la Catedral Primada de América presidida por el nuncio papal (sin ningún monaguillo presente…por supuesto).
Caralampio Quezada Balmaceda de todos los Santos miró a su mujer y soltó una enorme carcajada en puro inglés….há há há há, pues en pañol sería já já já já…casi como Santa Claus después que aprendió castellano a la fuerza….jó jó jó jó en lugar de ho ho ho ho… después que se dio cuenta de que no les traía nunca nada a los niños de Latinoamérica.
¡Genio y figura hasta la sepultura! – se escucharon a lo lejos las risotadas de Melchor, Gaspar y del negrito Baltazar, destornillados de la risa.

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